Sonará cruel y todo lo que vosotros creáis, pero, la vida, tal y como la entendemos, no es más que una burbuja que nos alberga en su interior.
¿Nunca os pasa que crees que las cosas son de una manera y luego no? Ahí estalla la burbuja.
Las hay que estallan muy disimuladamente, como si se disolviesen en el aire, como la primera que pruebas la regaliz negra pensando que es igual o más dulce que la roja. Como cuando descubres que la película no es tan buena como pensabas. Esas burbujas están siempre, en todos lados y todos los lugares, todos las tenemos, son las que hacemos desde pequeños con ingenuidad.
El problema de esa burbuja crece según vas creciendo y tu ingenuidad crece o disminuye. La famosa burbuja de los Reyes Magos y el Ratoncito Pérez. ¡Qué buenos años encomendando mi felicidad a esos seres! Pero siempre tiene que llegar una altura a la que burbuja rompa, y seguro que en mayor o menor medida todos os acordáis de cuando erais pequeños y salíais todos corriendo por las mañanas al salón.
El problema viene de esas burbujas que nos ponemos para tratar de protegernos. Es sorprendente cuantas veces caemos en la misma trampa. Estás burbujas que nos sirven para ocultarnos de los problemas de familia, del trabajo, de pareja, de dinero, de personalidad, son las peores, y las que más utilizamos. Esta burbuja es la que más daño hace al estallar. Esta burbuja es la que nos hacemos nosotros mismos por culpa de nuestra naturaleza ingenua e infantil de la cual nunca podremos librarnos.
Todas estas burbujas estallan, si no hacen, ya lo hicieron, y si tampoco, entonces lo harán, así que simplemente preparaos para oír el: ¡PUM! y ver la realidad por un tiempo, porque a pesar de esto, volveréis a crear vuestra propia burbuja, y volverá a estallar, y volveréis a haceros daño.
Ahora, os toca crearos vuestras burbujas.
 

 
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