Doce.
Ese número nos indica una hora, cuantos huevos te encuentras en una huevera, los números del reloj que suelo llevar en mi muñeca, los meses de un año, y doce son las campanadas con las que despedimos un año y saludamos a otro.
A poco mas de dos docenas de horas me paro a pensar en mi ultimo año e intento hacer una valoración. Que difícil resulta ser objetivo. Pienso en que hubo tanto buenos como malos momentos. Recuerdo aquellos que ya no veo desde hace tiempo, y aquellos de los que no quiero separarme desde hace poco y mucho tiempo. Me acuerdo de aquellas lágrimas derramadas por tristezas y alegrías, y esos momentos a solas pensando en lo bueno y lo malo...
Como cualquier persona, una vez veo todo lo que me pasó ese año y lo juzgo llega la hora de los bueno propósitos, esos que siempre hacemos a principio de cada para tratar de mejorarnos a nosotros mismos y lo que podamos teniendo al alcance de nuestras manos. Son esas buenas intenciones que tenemos para que aumente nuestra calidad como personas en varios aspectos, pero con un pequeño problema... NUNCA LOS CUMPLIMOS.
El problema es que simplemente son propósitos, propuestas, intenciones, proposiciones... Nunca buscamos lo que de verdad se necesita para cambiar y mejorar. Cuando de verdad quiere cambiar lo primero que hace es hartarse de eso, en el sentido de decir "Ya basta", pero decirlo de verdad, no por la boca pequeña. Una vez se llega a ese punto se hacen las proposiciones de como dar un paso más, y cuando ese paso se da es cuando se necesita la convicción, cuando se logrará encontrar ese cambio para el nuevo que tanto se ansía.
Por eso este año espero encontrar las convicciones para que los propósitos de mi vida y mi nuevo se conviertan en los cambios que tanto ansío.
A pocos más de dos docenas de horas me paro a pensar en los doce meses pasados que despediré mañana a las doce de la noche con doce campanadas para con doce uvas recibir unos nuevos doce meses.
Feliz 2011
 
 
